Empleada quiso ayudar a sus padres y terminó viviendo una pesadilla: "Me encerraban como perro"
Siti Khotimah fue golpeada, la forzaron a comer heces de animales y la encerraron en una jaula para perros. Su caso evidencia el fracaso del gobierno de Indonesia para proteger a los trabajadores domésticos.
La mujer de 24 años se mudó de su hogar en Java Central hacia la capital Yakarta el año pasado al encontrar un trabajo como sirvienta doméstica para ayudar a sus padres que estaban muy endeudados.
Después de meses de torturas, la joven camina renqueante y en sus piernas todavía tiene cicatrices de quemaduras.
"Mi cabeza me duele cada vez que pienso en lo que me ocurrió", dice sollozando.
El caso de Khotimah no es el único en Indonesia, donde la ausencia de una ley de protección de los empleados domésticos deja a cuatro millones de personas, mayoritariamente mujeres, expuestas a los abusos.
Su adinerado empleador de 70 años recibió el mes pasado una pena de cuatro años de prisión. Su mujer, su hija y otras seis sirvientes recibieron sentencias de tres años y medio.
Khotimah dijo a AFP que también fue violada, pero que al principio fue incapaz de hablar de ello. Después lo denunció a la policía, que le recomendó presentar una querella separada por abuso sexual.
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"Estoy muy decepcionada. La sentencia es tan suave en comparación a lo que me ocurrió. Deberían haber sentido lo que yo sentí", afirma.
Los abusos contra ella empezaron semanas después de su llegada a Yakarta en abril de 2022, cuando otra trabajadora la acusó de hurtos.
Los abusos continuaron hasta diciembre, lo mismo que las acusaciones de hurto, que ella niega.
Recuerda que sus amos la obligaban a beber orina y comer las heces del perro de la casa.
"Recibí palizas de múltiples personas, mi jefe me arrojó agua hirviendo. Después me encadenaron", explica.
Además, durante ocho meses de trabajo, no recibió ningún salario más allá de 1,5 millones de rupias (99 dólares) antes de volver a su casa en Java Central.
"Me daba miedo que el conductor me dejara en la cuneta porque ya no parecía un ser humano", agregó.
"La última en sufrir"
La madre de Khotimah la encontró gimoteando en el suelo de su casa de madrugada. Su pelo estaba cortado. De las heridas en sus piernas manaba sangre y pus. Sus brazos estaban repletos de quemaduras de cigarrillos.
"Lloraba en silencio. Desperté a mi marido y le dije: 'Tu niña está en casa, pero está muriendo'", explica la madre, Eni Sopiyah, a AFP.
La familia llamó a la policía.
Los sospechosos fueron detenidos y la joven ingresó en un hospital en Yakarta donde pasó cuatro meses.
Aunque todavía se está recuperando físicamente, quiere seguir luchando en la justicia. Por ella y por otras sirvientas.
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Con la ayuda del grupo de derechos Jala PRT ha presentado cargos por violación contra su empleador.
"Espero que la ley de protección de los trabajadores domésticos se apruebe inmediatamente para que no haya otra Khotimah", dice. "Que yo sea la última en sufrir".