Numerosos países de África han tomado medidas drásticas en los últimos días para evitar que el coronavirus se expanda sin control por el continente, hasta ahora el menos afectado por una pandemia que ha causado en suelo africano más de 400 casos y sólo diez muertes, pero que podría causar estragos.
"Esperamos no alcanzar las cifras de contagios de Europa. Los sistemas sanitarios de África son muy frágiles y sería algo desastroso", confiesa Ahmed Ogwell, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (África CDC).
"Es cierto que el número de contagios está aumentado, pero en general es uno o dos por día, no demasiados juntos", continúa Ogwell, jefe de esta institución de la Unión Africana con sede en Adís Abeba.
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Como él, diversos expertos confían en que el COVID-19 golpee aquí con menos dureza; en primer lugar, por el menor tráfico aéreo que recibe esta zona en comparación con el resto del mundo y, también, por su experiencia a la hora de contener en el pasado epidemias de ébola, cólera o la fiebre de Lassa, entre otras.
"Pero es cierto que nadie sabe lo que pasará mañana", admite este funcionario en relación con una pandemia que ya ha generado más de 7.160 muertos - casi la mitad de ellos en China, origen de la enfermedad - y más 183.000 contagios en todo el globo, según los últimos datos de la universidad estadounidense John Hopkins.
Por el contrario, los 54 países africanos registran algo más de 400 casos y diez muertes oficiales, pese a que muchos sospechan que las cifras reales de contagio podrían ser mucho más altas dada la escasez de pruebas y el férreo control informativo de sus gobiernos.
"No tenemos más casos porque no estamos haciendo pruebas. No ralentizaremos la propagación a menos que adoptemos medidas radicales", afirmaba este domingo en Twitter la doctora etíope Senait Fisseha, asesora del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), su compatriota Tedros Adhanom Ghebreyesus.
África se atrinchera
Ante la duda, las principales potencias africanas - hasta hace poco vibrantes puntos de tránsito con Europa y Asia - tomaron en las últimas 48 horas medidas drásticas que incluyen prohibiciones de viaje, revocación de visados o clausura de servicios religiosos.
Kenia, con tres casos confirmados, vetó el domingo la entrada de viajeros de cualquier país afectado por el COVID-19, y junto a Ghana, Senegal, Ruanda y Etiopía -entre otros países con contagios- ordenó el cierre de escuelas y prohibió cualquier reunión pública.
Hasta la fecha, el COVID-19 ha alcanzado 30 países africanos, con cuatro últimos casos confirmados este lunes en Somalia, Liberia, Tanzania y Benín, que, al igual que casi todos los anteriores, se corresponden con nativos de Europa y Asia o africanos que habían visitado estos continentes.
Sin embargo, "es preocupante que se estén investigando casos de transmisión local del virus. Esta situación requiere una respuesta extraordinaria y dejar de actuar con medias tintas", advirtió este domingo el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, en un discurso dirigido a la nación.
Instantes después, Ramaphosa declaró el estado nacional de desastre por el coronavirus y anunció - con efecto a partir de este miércoles - el veto a visitantes procedentes de Estados Unidos, Reino Unido, Italia y otros países de alto riesgo; así como el cierre de escuelas y la prohibición de reuniones de más de 100 personas.
Además, animó a sus conciudadanos a saludarse con el codo y mantener una buena higiene personal con el objetivo de evitar que aumenten los 62 contagios registrados de momento, la cifra más alta del continente solo superada por Egipto (más de 160).
También han impuesto estrictas medidas para combatir el virus otros países como Marruecos, que ha decretado el cierre del espacio aéreo y el fin de los vuelos comerciales a todos los destinos del mundo, además de cerrar escuelas, cafés, restaurantes, cines, teatros y todos los locales de ocio; o Argelia, que suspendió este lunes los enlaces aéreos y marítimos con todos los países europeos.
Riesgos en los suburbios
Si la situación empeorara en las próximas semanas de forma contundente, como sucedió en Europa, funcionarios y personal médico temen que el número de contagios se dispare, un ya precario sistema sanitario quiebre y las muertes se multipliquen.
En total, 43 países del continente están capacitados para realizar un número - muy limitado - de pruebas de coronavirus, según datos de África CDC, que en el último mes ha instruido a muchos Estados en tareas de vigilancia, prevención y gestión clínica.
Sin embargo, el secretario general del Sindicato Nacional de Enfermeras de Kenia, Seth Panyako, denuncia que ni siquiera las enfermeras en primera línea de contacto con casos sospechosos de coronavirus cuentan con el equipo de protección adecuado.
"Al Gobierno sólo le interesan las relaciones públicas, pero la realidad es que nuestras enfermeras no están protegidas", explicó Panyako en nombre del personal sanitario del Hospital Mbagathi en Nairobi, que acoge en una modesta sala de aislamiento de 120 camas a una veintena de personas que mantuvieron contacto con el primer caso positivo de coronavirus detectado en Kenia.
"Enfermeras y técnicos sanitarios de Kenia se exponen cada día en su lugar de trabajo y luego regresan a casa con sus familias. De esta manera, es imposible saber en realidad cuántas personas han sido expuestas al COVID-19", lamentó el líder sindical.
Asimismo, el hecho de que más del 60 % de los 1.200 millones de africanos vivan en asentamientos informales, según datos de ONU-Hábitat, hace que gran parte de la población urbana pueda tener dificultades a la hora de poner en práctica medidas de cuarentena o de distanciamiento social.
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"Estamos preocupados por las comunidades más pobres, los trabajadores de los townships (antiguos guetos), los asentamientos informales y las áreas rurales donde los recursos son escasos y muchos servicios ya presentan desafíos", recordó el lunes en Pretoria el ministro de Sanidad sudafricano, Zweli Mkhize.
Un temor que se extiende a áreas en conflicto - como la zona central y sur de Somalia bajo control del grupo yihadista Al Shabab -, los campamentos de refugiados en Sudán del Sur, la Cuenca del lago Chad o el norte de Kenia y, en general, cualquier lugar donde "quedarse en casa" sea casi una quimera.