Víctimas de reclutamiento en Antioquia cuentan cómo lograron rehacer sus vidas

A Mateo, como llamaremos a este niño, tenía 6 años cuando asesinaron a su papá en zona rural de Cáceres, Bajo Cauca, y se tuvo que desplazar con su mamá y sus hermanos al casco urbano. Las dificultades económicas lo obligaron a trabajar a los 12 años en una mina, hasta donde llegaron las Farc y lo reclutaron.

En la guerrilla estuvo dos años porque se enfermó, lo dejaron en una finca y una campesina lo ayudó a escapar. Además del hambre, el frío y el maltrato, lo más difícil fue tener que cambiar sus juguetes y sus amigos por las armas y la guerra.

"Hice amigos con niños que tenían mi edad, algunos eran mayores y otros menores.  Jugábamos y nos regañaban muy fuertemente. Nos decían que nosotros no éramos niños sino hombres. Nos sancionaban con abrir huecos de letrina, con prepararle la comida a los demás y con cargar agua y echársela al comandante en los pies", recordó.

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 A Pablo, como llamaremos a este otro niño, tenía 14 años cuando un amigo le prometió un trabajo para ayudar a su familia, pero en realidad lo reclutó para el Clan del Golfo. Dejó a su mamá, a su hermana y a su abuela en Segovia, Nordeste antioqueño.

Quiso salir del grupo, pero se lo impidieron y amenazaron a su familia. Allí cumplía varias funciones como empacar estupefacientes y otras que prefiere no mencionar. Su pesadilla terminó a los 17 años, paradójicamente, cuando lo aprehendieron.

"Me capturaron, gracias a Dios, porque yo sentía la muerte. Me llevaron al pueblo, donde me reencontré con mi madre otra vez. Me preguntaron que si quería cambiar de corazón y, en medio de lágrimas, les respondió que sí. Yo estaba muy aburrido de esa vida e hice muchas cosas de las cuales hoy me arrepiento", dijo.

Mateo y Pablo son dos de las miles de víctimas del reclutamiento forzado en Antioquia. Para la defensora regional del Pueblo, Yucelly Rincón, son alarmantes los casos este año: cinco en el Norte; tres en el Occidente; y dos en el Norte, pero lo más preocupante es que son más las familias que no denuncian por miedo.

"Hay dos situaciones que lamento demasiado en el Nordeste, donde varios chicos pretendían suicidarse y en el Occidente, me están utilizando niñas desde los 8 años con la modalidad de enamoramiento para reclutarlas", puntualizó. 

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En los últimos dos años, la Gobernación de Antioquia ha documentado 64 desvinculaciones de menores de edad a grupos armados ilegales, siendo Cáceres, el municipio más afectado con once casos. 

Tras un proceso de restablecimiento de derechos, los dos jóvenes lograron rehacer sus vidas. Mateo tiene 27 años, es técnico en Mecánica Industrial, trabaja en una empresa en Medellín y estudia Licenciatura en Educación Infantil. Y Pablo tiene 21 años, estudió una técnica en Producción Inmobiliaria y barbería, y tiene un emprendimiento en Medellín.