En medio de la aridez, resaltan toneladas de residuos solidos que se desplazan de un lugar a otro con los vientos del nordeste. Una espesa capa de basura, que crece con el pasar de los días y cubre gran parte de los territorios ancestrales de los indígenas Wayuu.
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Las entradas de municipios como Manaure, Riohacha y Uribia, se han convertido en botaderos satélites; en este último la situación es más crítica, la llamada capital indígena duerme en medio de la contaminación ambiental, que alcanza a los pobladores de los asentamientos étnicos.
“Esto está generando muchas enfermedades, los niños tienen gripa y hay sancudos todo el tiempo, en invierno o en verano”, manifestó Aracelis Epiayú, autoridad tradicional de una de las comunidades afectadas.
La corporación autónoma regional de La Guajira, ha abierto varios procesos y sancionado en diversas ocasiones durante los últimos años a las administraciones locales de Uribia por incumplir el plan de gestión integral de residuos sólidos, sin que hasta el momento sea suficiente para enmendar la omisión.
Niños buscan de comer entre la basura
En medio de las decenas de toneladas de basura, sin falta muy temprano en la mañana, aparecen los inocentes rostros de muchos niños Wayúu y sus padres que viven en pobreza extrema y que paradójicamente, escarban entre la basura que rodea sus racherías, buscando algo que comer o alguna botella de plástico que puedan vender para obtener el alimento.
Este es el caso de Sebastián, Rosita y sus cuatro hijos, una familia desplazada por el hambre y la sed que hace uno meses salieron de donde residían, la zona más al norte de La Guajira, donde solo se atreven a llegar los políticos en tiempo electorales.
“Hemos venido de la alta guajira buscando ayuda y una mejor vida, y hemos llegado acá y nada, nos toca buscar entre la basura para buscar que comer, una ropita para los niños”, señaló Sebastian Epiayú.
Entre tanto su esposa, Rosita Epinayú agregó que “No tenemos nada, estamos pasando mucho trabajo, no hay agua ni comida y ningún tipo de trabajo para nosotros; los niños se van al basurero con la esperanza de conseguir algo porque acá no nos llega ninguna clase de ayuda”.
A unos cuantos metros de donde reside esta familia indígena, pasa hasta 10 veces al día a toda marcha el tren cargado de carbón hacia puerto Bolívar para su exportación, una actividad que deja millonarios recursos, así como la explotación de gas, yeso y sal, por poner unos ejemplos, que también se extraen del territorio ancestral que aun así, sigue más pobre que nunca; el hambre y la sed, son los verdugos que incluso terminan llevando a la muerte a niños y adultos mayores.
“Aquí sobre la línea férrea, se nota como la basura se está tragando al municipio de Uribia, a pesar de que a nuestra derecha está la vía por donde transitan todos los vehículos del estado, que no han detectado como los niños tienen que recoger basura para poder sobrevivir y eso no les importa”, señaló José Silva, presidente de la ONG Nación Wayúu.
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Casualmente, en nuestra visita a Uribia, encontramos una protesta en la vía, por parte de habitantes de otras comunidades; el reclamo era el mismo.
“Exigimos la atención de los niños, si antes de la pandemia no les interesa, ahora menos; no hay agua ni alimentos en Uribia y nos estamos muriendo de hambre, los niños se están muriendo por desnutrición y no es posible que teniendo nosotros tantos recursos estemos de esta manera”, acotó Keily Mejía Epieyú.
Este es un clamor que permanece a pesar de los años y que no ha sido atendido; el hambre y la sed, a la que ahora se suma la contaminación.